martes, 23 de octubre de 2012

DOMESTICAR AGAPORNIS SALVAJE

Como sabéis, este grupo engloba a todos los agapornis que han sido criados por sus padres, pero dentro de él podemos distinguir dos subgrupos:
-Los que se compran a un criador.
-Los que se compran en una tienda de animales.
Los que han vivido en una tienda durante algún tiempo suelen ser bastante más asustadizos que los que provienen de un criador, por lo que tenemos que tener más paciencia con ellos y debemos saber que el proceso puede ser más lento y difícil.
Los agapornis que compramos directamente a un criador son desconfiados, pero no han tenido experiencias traumáticas con las personas y están acostumbrados a verlas.
En cuanto a los que se venden en tiendas, lo más común es que tengan miedo a los seres humanos, ya que las únicas personas que han visto en su vida son las que se acercan a su jaula (que suele ser diminuta y contener muchos más pájaros de los que debiera) cada día para hacer exactamente lo mismo: intentar tocarlos, silbarles, hablarles bastante alto, ... y al vendedor, que los ha cogido de forma bastante brusca y con un guante enorme para que te los lleves a casa.
Lógicamente, después de todo esto nos ven como una gran amenaza, e intentaran estar lo más lejos posible de nosotros, llegando a unos niveles de estrés bastante importantes al principio.
El proceso para que se acostumbren a nosotros es exactamente el mismo en ambos casos, intentaré explicarlo lo mejor que pueda desde mi experiencia.
Hablaré lo menos posible de tiempos concretos, ya que cada pájaro es un mundo y puede ser que haya grandes diferencias en los períodos de aprendizaje, pero al menos durante la primera semana (si el animal todavía se estresa al vernos podemos alargar esta fase) es conveniente no acercarse a la jaula y si es posible no entrar en la habitación en la que se encuentra más de lo necesario, es decir, únicamente para cambiar el agua y reponer la comida. También es recomendable poner comederos que se puedan manipular desde fuera para fomentar en ellos el sentimiento de que la jaula es segura, no metáis nunca la mano en la jaula para intentar tocarlos o cogerlos.
Después de este período de adaptación, los agapornis estarán mucho más tranquilos y habrán asimilado que no somos una amenaza, pero seguirán siendo muy desconfiados cuando nos acerquemos y se irán a la esquina opuesta de la jaula si lo hacemos demasiado.
Cuando se acostumbren a que les cambiemos el agua y la comida y no se asusten ni se pongan nerviosos podemos empezar a entrar más a menudo en la habitación, simplemente para sentarnos y estar allí leyendo o haciendo cualquier cosa que no tenga que ver con ellos. Si se ponen nerviosos sólo tenemos que alejar la silla un poco, veréis como cada día toleran que os sentéis más cerca y continúan haciendo vida normal (comer, beber, jugar, acicalarse, ...). Lo ideal es hablarles en un tono amable y a un volumen adecuado (nunca les gritéis) para que se acostumbren a nuestra voz, pero si vemos que les molesta hay que hacerlo con moderación hasta que lo acepten como algo normal.
Cuando consigáis estar lo más cerca posible de la jaula y no tengan miedo a vuestra voz, debéis buscar algo que les guste (panizo, manzana, lechuga, zanahoria, ...) y ponérselo en los barrotes de la pared de la jaula que esté justo enfrente de vuestra silla. Esto hay que hacerlo durante unos días, más adelante pondréis la golosina en cuestión en el mismo lugar pero sin quitar la mano, sujetándola.
Cuando coman de vuestra mano podéis abrir la puerta de la jaula y dársela directamente desde ahí, que vean que la mano no es peligrosa aunque no haya barrotes. A partir de aquí tardarán muy poco en subirse a vuestra mano para comer, pero es importante que tengáis paciencia, si dais un paso que ellos no quieren dar corréis el peligro de que os cojan miedo, dejad que tomen la iniciativa.
Mientras comen en vuestra mano podéis intentar acariciarles la nuca, les encanta, pero con mucho cuidado y teniendo la seguridad de que no vais a asustarles. Sobre todo no hagáis movimientos bruscos.
Cuando se dejen acariciar no será necesario que utilicéis golosinas, se acercarán a vuestra mano en cuanto la metáis en la jaula y podréis empezar a enseñarles a subirse al dedo (es muy simple, sólo hay que acercárselo al pecho y subirán automáticamente).
A partir de aquí podéis sacarlos de la jaula abriéndoles la puerta y llamándoles con su golosina favorita. Si no quieren salir no los forcéis, es bastante normal al principio. Cuando salgan podéis darles folios en blanco para que se entretengan, les encanta destrozarlos. También podéis enseñarles a subirse al hombro, a la cabeza o al brazo desde el dedo y viceversa. Lo que más les gusta es que seáis su medio de transporte, darles paseos por la casa en el hombro (cuidado con las ventanas).
Una cosa importante es que no debéis sacarlos de la jaula hasta que se dejen tocar y se suban al dedo, si no no podréis meterlos de nuevo y tendréis que cogerlos (no les gusta nada y les recuerda al humano amenazador de la tienda).
Reconozco que es un proceso lento y que muchos no querréis ir tan despacio, pero el ritmo lo deben marcar los pájaros, las prisas nunca son buenas... Es cierto que se puede domesticar un agapornis salvaje sin hacer toda esta parafernalia, pero este método os asegura la confianza plena de vuestro amigo.
Yo domestiqué dos roseicollis salvajes de esta forma cuando tenía 10 años y el macho era aun más cariñoso que mi papillero de ahora, os aseguro que podéis conseguir mucho con paciencia. La hembra era un poco más independiente, pero también se dejaba tocar y venía volando a donde le señalaba.
Más adelante tuve una fisher que se emparejó con esta hembra de la que he hablado y no tenía tanto tiempo para dedicarle, la tuve que domesticar más rápido y se dejaba tocar cuando quería, pero era muy desconfiada y picaba.
En solitario nunca he domesticado uno, pero seguramente será mucho más fácil que en pareja y quizá lleve menos tiempo.

1 comentarios:

laura dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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